Wednesday, February 24, 2021

ZUGUZ! 


Un  caluroso día de Marzo Martha tuvo la genial idea. Nos iremos, estoy harta de esta ciudad, tomaremos el primer vuelo y viajaremos hacia Europa. Yo realmente no necesitaba tomarme unas vacaciones, pero el estrés y la rutina poco a poco estaban haciendo mella en mi carácter, así que acepté

Una semana después estábamos listos, el equipaje estaba preparado y los dos billetes de avión con destino a España guardados en mi bolsillo, salimos al porche y cerramos con llave la puerta de casa. El sol radiaba con fuerza y parecía que nos despedía deseándonos lo mejor, nos besamos y cogimos el autobús hacia el aeropuerto.


Una vez allí facturamos nuestro equipaje y embarcamos en un avión de la compañía Iberia. El vuelo transcurrió sin sobresaltos y durante el viaje imaginé el maravilloso país al que nos dirigíamos, yo tenía una idea bastante preconcebida sobre España. Esperaba encontrarme un lugar acogedor y soleado, poblado por bellas mujeres con vestidos llamativos y peineta, y jóvenes risueños con sombreros de ala ancha. Y así, ensimismado en mis pensamientos transcurrieron las casi ocho horas y media de viaje.


Una vez en el aeropuerto de Barajas pude comprobar que aquella idea estereotipada que yo tenía era muy diferente a la realidad. Salimos de allí y nos encontramos con una gran urbe, recogimos nuestras cosas y encaminamos nuestros pasos hacia la estación de autobuses para coger el que nos llevaría hasta nuestro destino, una pequeña ciudad en el norte de España, Oviedo. Me habían hablado bien del sitio, era una ciudad acogedora adornada por numerosas fuentes y bonitas estatuas, en la cual se podían hacer numerosas actividades culturales, sonaba bien. Al cabo de cinco horas, dos únicas paradas y con nuestros respectivos culos machacados por el viaje, llegamos a la estación, un lúgubre edificio de inquietante apariencia. Por alguna razón aquel lugar me aterró desde el primer momento que lo vi, la gente era seca y fría, casi todos vestían ropas sobrias y tristes, como una fotografía en blanco y negro, se respiraba un ambiente pesado y cargante.


Salimos rápidamente, advertí la misma sensación de desasosiego en Martha, así que nos apresuramos a recoger el equipaje y salir de allí. Una vez afuera el panorama no era muy diferente, el cielo era gris y una extraña ola de calor nos agobiaba. Caminamos sofocados cruzándonos con gente, personas exentas de expresión, uniformados, diabólicos. Al fin llegamos a nuestro hotel. Decidimos descansar un poco antes de bajar a cenar y nos acostamos. 


Una vez en la cama un frío sudor se deslizó por todo mi cuerpo, Martha ya dormía pero yo veía formas en las sombras, seres maléficos deslizándose entre las cortinas que me acongojaban y acosaban. Tiritaba, y me mareaba, decidí ir al baño. Cerré la puerta y me refresqué con agua fría, veía borroso y estaba muy cansado pero era incapaz de conciliar el sueño. Un miedo sobrenatural estaba apoderándose de mi alma, moje mi cara y me seque, alcé la vista y fue cuando lo vi. Un extraño ser de pelo liso y gran cabeza se reflejaba en el espejo, justo detrás de mi. Estaba ahí de pie, moviendo frenéticamente los ojos y abriendo y cerrando la boca mientras se le caía una babilla espesa y verdosa, de vez en cuando le daban espasmos y levantaba cómicamente los brazos, al ver que fijaba mi mirada en él, alzo una mano y me balbuceo: ¿QUERE UN ZUGUZ?. Me asusté, le pegué un empujón y abrí la puerta del baño.


En ese momento contuve un grito y mi mente se nublo completamente, varios seres similares estaban en la habitación mirando fijamente a Martha mientras aleteaban sus brazos, abrían y cerraban sus bocas y manchaban el suelo enmoquetado de sucia baba verde. Era una situación completamente absurda, me sentía como el protagonista de “Los pájaros” caminando por la habitación lentamente observando a aquellos seres estúpidos. Pique a Martha suavemente en el hombro sin perder de vista aquellos ojos enfermizos y desquiciantes. Al fin Martha abrió los ojos y me ofreció una sonrisa, pero enseguida miro a su alrededor y los vio, se incorporo rápidamente y comenzó a gritar frenéticamente, los seres empezaron a contonearse más y más, moviendo bruscamente sus brazos y piernas balbuceando mientras escupían babilla. La situación era completamente delirante, Martha en la cama gritando como una histérica mientras a nuestro alrededor los seres corrían en círculos, asustados, estampándose entre ellos, contra las paredes, contra los muebles. Para cuando logramos salir de allí ambos estábamos cubiertos por una cortinilla de saliva repugnante, Martha aún gritaba, parecía una sirena de bomberos. 


Corrimos por el hotel desierto y por fin conseguimos llegar a recepción, el recepcionista era un hombre de unos 60 años, con entradas, bigote blanquecino y unos ojos grises que parecían haber visto cosas sorprendentes. Le explicamos la situación con todo detalle, el hombre permanecía escuchando atentamente nuestro relato con gesto tranquilo. Una vez terminamos bajo la vista y rebusco en su mesa durante unos segundos, lentamente extendió su mano con algo que había cogido del escritorio y comenzó a gritar a pleno pulmón y con los ojos cerrados “¡UN ZUGUZ!, ¿QUERE UN ZUGUZ?, TOMA UN ZUGUZ, ¡¡¡¡UN ZUUUUGUZ!!!!”. Martha me miro, su mirada era indescriptible, me miro unos segundos y aparto la mirada hacia el anciano, lentamente volvió a fijarse en mis ojos, la sirena comenzó a sonar de nuevo.


Salimos en pijama del hotel, para entonces ya era de noche y hacia frío. Vagamos por las calles sin dirección escondiéndonos en las esquinas, estábamos seguros que habría más y estarían buscándonos. Veíamos pasar a la gente y sus caras nos aterraban, pasaban borrachos y también empleados del servicio de limpieza de la ciudad. Había movimiento, era sábado y temíamos que nos encontraran. Llegamos a un parque, nos escondimos entre los arbustos y sentimos que nos chistaban.


-CHISSSST! CHISSST! ¡Eh! ¡vosotros!


una voz nos llamaba desde los arbustos del otro lado del parque. Yo, en pijama y agazapándome, corrí hacia allá esperando encontrar respuestas. Un muchacho esperaba arrodillado, sudoroso mirando hacia todos lados. Llegue y le vi, era un chico de unos 18 años, fornido, moreno, pelo a lo afro y poblada perilla negra, me hablo:


-Eh! ¿Tu lo sabes verdad?, ¡si lo sabes! -me dijo

-Si, ¿que demonios está pasando?,¿qué pasa aquí?

-Hemos de tener mucho cuidado, están por todas partes, tienen oídos y ojos en todos sitios, nos están controlando -me relataba con nerviosismo, miraba en todas direcciones

-Pero ¿qué es?, ¿Qué pasa?

-Son ellos, ellos controlan la ciudad, no se porque lo hacen, simplemente están ahí, siempre han estado y siempre estarán, llegan babeando y te ofrecen un sugus. Yo siempre me he estado guardando de ellos, siempre he evitado caer en su juego y volverme loco como el resto de la gente que vive aquí.

-¿Cómo podemos salir de aquí sin ser vistos?

-No lo se, yo nunca lo he intentado, una vez aquí ya no hay salvación, tienes que quedarte, unirte a ellos o combatirlos. Yo los combato, se como combatirles. ¡Demonios!, ¡Si que lo sé! -de repente se puso a rebuscar en los bolsillos de su raída gabardina de cuero, sacó algo y lo apretó fuertemente.

-Este es el secreto, esto les vence, mira. -abrió el puño y vi en su mano un caramelo mentolado.

-Tómalo, es bueno, ellos le temen, yo soy el único que conoce el secreto -en este momento sus ojos marrones comenzaron a brillar y comenzó a humedecerse los labios con la lengua.


Lentamente, muy lentamente retrocedí, decidí volver sobre mis pasos.


-¡Tú, maldito! Eres un espía, estas con ellos! Has venido a espiarme y contarles mi secreto, morirás.


Comencé a correr llamando a Martha, me dio la mano y corrimos juntos, el individuo nos seguía arrojándonos caramelos mentolados mientras gritaba: ¡MORIREIS!, ¡MORIREIS SUCIOS HIJOS DE SATANÁS!


Corrimos y corrimos, de vez en cuando me giraba veía al chico aún detrás nuestro arrojando con furia más caramelos mentolados, pronto advertí que la gente que dejábamos atrás en nuestra carrera se giraban y venían tras nosotros en un endiablado gag al más puro estilo Benny Hill.


Llegamos a una gran plaza con una fuente y una horrible estatua de una mujer obesa con un niño en brazos, el niño parecía decir “¡DAME UN ZUGUZ!”. Descansamos unos segundos, yo estaba fatigado y temía que vinieran más. De pronto y cuando todos estaban a punto de alcanzarnos un coche apareció a toda velocidad frenando en seco frente a la plaza.


-¡RÁPIDO SUBAN! -gritaba el ocupante del vehículo.


Haciendo un esfuerzo sobrehumano conseguimos llegar y subirnos, y tras una gran nube de humo dejamos atrás a la gente del ‘ZUGUZ’ que corrían en círculos estrellándose unos con otros. 


-Dios bendito, ¡GRACIAS!

-No hay de que, hoy en día las cosas por aquí están muy mal

-Pero, ¡demonios! ¿Que es lo que ocurre, quienes son todos esos chiflados?

-Es la gente del ZUGUZ, nadie sabe porque están aquí, nisiquiera quien o que son, pero sin duda ahí están.

-Esto es horrible, deberíamos de llamar a la policía, al ejército, al gobierno!


El hombre nos miro un momento por el retrovisor del coche


-Déjenme que les diga algo, deben estar muy cansados de andar corriendo por ahí delante de esos locos ¿verdad?

-Si, llevamos toda la noche buscando una explicación lógica a esto.

-No hay explicación, solo deben descansar y olvidarse de lo que han visto aquí hoy. Relájense, deben de estar muertos de cansancio, hambre y sueño.


Mi corazón se empezaba a acelerar, el hombre busco algo en su guantera y mostrando una sonrisa de oreja a oreja nos preguntó efusivamente: ¿QUEREN UN ZUGUZ?  


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