LAS AVENTURAS DE FERJO MUOVI Y DALIA
Capítulo 1: Mibosan
Diario de abordo del capitán Ferjo Muovi. El espacio, la última frontera…
- ¿Quieres dejar de hacer el gilipollas? Este
trasto tiene poco combustible, además los relés del sistema de
propulsión principal están fallando.
- ¿Has probado a invertir la polaridad del flujo de neutrones?
- Como vuelvas a citar alguna frase de serie o película de ciencia ficción te echo de la nave a patadas.
- Vale, vale, como quieras.
- Además yo soy la capitana.
Pues sí amigos, esta es ahora mi vida,
viajando por el espacio con la mujer más borde del mundo en esta lata de
sardinas. Os preguntaréis: ¿Cómo una persona del siglo XX puede estar
viajando por el cosmos en una nave espacial? Bueno, la historia es
bastante confusa y ciertamente extravagante, ni siquiera yo sé lo que
nos pasó. Dalia y yo somos arqueológos y hace unos años estábamos
haciendo unas prospecciones en la Puerta del Sol en Tiahuanaco, cuando
súbitamente un destello nos deslumbró y al abrir los ojos nos
encontramos en medio de una especie de vertedero de chatarra rodeados de
“gente” muy rara, tras el primer impacto cultural y mucho tiempo
aprendiendo, Dalia se convirtió en una gran piloto e ingeniera y yo,
bueno, yo sigo haciéndo lo único que se hacer, aprender de las
civilizaciones que nos y les precedieron, buscando vestigios de culturas
olvidadas, amuletos y artefactos extraños por todo el espacio, no tengo
ni idea de donde estamos, a que distancia está la Vía Láctea o si
volveremos alguna vez, mientras tanto me lo tomo con calma.
- ¡Chissst! ¡Eh!. ¡Eh! despierta!.
- ¿Qué?. ¿Qué pasa?
- Allí, hay un planeta que no tiene mala pinta, revisa el ordenador de a bordo a ver que nos podemos encontrar.
- Hmmm, los archivos dicen que se llama
Mibosan, una civilización de Tipo-I, con gran cantidad de recursos
naturales. Mineros y comerciantes, gente pacífica.
- ¡Genial! Enciende la baliza, te esperaré en órbita.
Me pongo en marcha, tenemos un método de
teletransporte bastante curioso, una baliza instalada en la nave y un
brazal con controles que ofrecen gran versatilidad, regalo de un
sintezoide gurlano agradecido, me gustan los sintezoides gurlanos, son
igualitos que los frescos que pintaban los etruscos. Introduzco las
coordenadas y tras un intenso calambre aparezco en Mibosan, al
reestructurarse las moléculas en el planeta me siento como si tuviera la
mayor resaca de mi vida. Creo que estoy en medio de algún tipo de
celebración, hay mucha gente y no sé exactamente si me miran a mí o no.
¡son como putos salmones color aceituna! Observan con interés, pero
también con preocupación, así que decido quitarme mi kufiyya y me subo
las gafas redondas de soldador victoriano, en ese momento se asustan
bastante al ver mi apuesto rostro, parece ser que mi pelo azabache
ensortijado y canoso, así como mi nutrida barba es algo que les produce
pánico, también el hecho de que tenga los ojos donde deben de estar.
Intento calmarles hablando en numerosas lenguas que he ido aprendiendo
durante mis viajes, parecen no conocer ninguna, finalmente lo intento
con una arcaica, muerta en muchos sistemas, por fin un venerable anciano
responde, parece que ya la había oído antes.
- Hola, mi nombre es Ferjo Muovi y vengo de la Tierra, busco recambios y combustible para mi nave.
- Yo soy R’tsang, uno de los comerciantes más
longevos de M’bshaan, jamás he oído hablar de la Tierra en toda mi vida,
pero puedo ayudarte con tu nave.
- ¡Genial Riosán! Oye se me hace un poco difícil pronunciar tu nombre. ¿Puedo llamarte salmonete?
- ¿Qué es un salmonete?
- ¡Oh, nada! Simplemente os parecéis a una especie de mi planeta, además a mí me encanta el salmón.
- Sea pues, ven a mi taller, está cerca del espaciopuerto, además así me puedes contar tu historia y hablar sobre tu hogar.
Salmonete y yo nos ponemos en marcha en una
especie de góndola antigravitatoria con motivos labrados muy cuquis. En
el largo trayecto hacia el espaciopuerto le cuento nuestras aventuras
que escucha con curiosidad y un atisbo de incredulidad, le hablo de
Dalia y nuestro: “Pajarillo Diligente”, es una nave pequeña pero
eficiente y muy sólida, ¡Casi nunca se rompe!. Al fin llegamos al taller
y el mibosiano me da permiso para que la nave aterrice.
Dalia aterriza en el puerto de atraque 45
junto a otras naves pequeñas, los mibosianos llevan milenios explotando
el mineral de su planeta para la fabricación de combustible y piezas de
recambio que venden a razas de su galaxia e incluso de otras, son
famosos por la calidad de sus productos, Dalia pese a su pasión por la
arqueología ha encontrado en la ingeniería y el pilotaje su verdadera
vocación.
Cuando se reune con nosotros Salmonete está
confuso, pese a conocer a todo tipo de razas y seres nunca había visto
diferencias físicas tan marcadas entre ellos, Dalia es un pivón de 1 70,
mulata, ojos marrones y un pelo a lo afro tan bonito como el azabache.
Después de las presentaciones y explicaciones pertinentes hablamos sobre
los repuestos y víveres, a pesar de nuestros tesoros, reliquias y
créditos de numerosos mundos Salmonete nos explica que ellos solo
comercian con un tipo de sustancia muy rara que regenera sus minas, la
gracia es que la cantidad que necesitamos para pagarlo todo asciende a
unos 500 litros de este líquido. Sí sé que suena absurdo transportar 500
litros, pero afortunadamente tenemos métodos para todo tipo de
situaciones, lo difícil será encontrarlo. Salmonete nos explica que en
una de sus lunas aún queda un remanente menos refinado, pero nos servirá
igual, así que tras un pequeño adelanto de combustible nos vamos a por
él.
- ¡500 litros! ¿Qué se han creído esta gente? ¡Son unos usureros!
- ¿Pero a qué salmonete es majo?
Casi puedo oír sus dientes rechinando de rabia. Cambio de tema para aliviar un poco la tensión.
- Lo que no entiendo es por que aún no han explotado esa veta si están tan cerca, o ellos o cualquier otro.
- Sí, no tiene ningún sentido, probablemente nos estén ocultando algo, debemos de investigar esa luna con precaución.
Cuando dice “precaución” se refiere a ir
armados hasta los dientes con todo tipo de cachivaches, desde cosas
pequeñas hasta cosas ridículamente grandes o explosivos que pueden
perforar el polo de un planeta. Yo soy más simple, solo llevo un Colt
Schofield modificado para lanzar descargas de plasma, y por si os lo
preguntáis, sí, por lo visto los “marcianos” nos visitan y se llevan un
montón de cosas que venden por ahí. ¿Sorprendente? Sí. ¿Inesperado? No.
Aterrizamos en la superficie de la luna y
tengo que morderme los labios para no pronunciar cierta frase. Es un
paraje bonito, arena azul jaspeada, parece no haber signos de vida
además de un silencio sepulcral, la calma que precede a la tormenta.
Bajamos con nuestros bártulos y unas cuantas plataformas y contenedores
para llevar el material.
- Ese repugnante mibosiano ni siquiera nos especificó donde hallaríamos su pago.
- Déjale mujer, Salmonete es así.
Mirada asesina y una tensión que se puede cortar con un cuchillo, saco mi
revólver y con el control de mi brazal dirijo las plataformas,
instintivamente miro hacia los riscos en busca de cualquier amenaza
potencial. Dalia se ocupa de las otras dos plataformas y con su rifle al
hombro caminamos juntos. Afortunadamente el viejo mibosiano tenía una
pequeña cantidad del líquido y pudimos analizarlo antes de irnos, así
rastrearlo será más fácil.
- Parece que no está lejos de aquí. -digo-
- Esperemos que no sea difícil de extraer, no me gusta este sitio.
- Es bonito, pero hay algo raro en el ambiente.
Finalmente llegamos a unas curiosas cavernas
excavadas en una montaña, no parecen naturales, son similares a las del
valle de Zelve, ambos nos damos cuenta de ello y empezamos a
preocuparnos. Mi radar indica que nuestro objetivo está dentro de esa
montaña, así que vamos a ello.
- Tenemos que entrar. -dice Dalia-
- Sí, pero si nos tienden una emboscada en campo abierto antes de llegar no tendremos vía de escape.
- Siempre podemos usar los contenedores, si viven en cuevas no creo que tengan gran potencia de fuego.
Asiento y tomamos un angosto camino flanqueado por cavernas a ambos lados, no es recto, gira a la izquierda, peor situación.
- Pongamos las plataformas y contenedores a ambos lados, esto me huele muy mal.
Los coloca en posición y seguimos resguardados
por ellos, pero es cuestión de segundos cuando empiezan a llover los
primeros disparos. Nos ponemos en cuclillas y el fuego se intensifica,
tienen armas modernas, pero no lo suficiente como para atravesar nuestra
cobertura, en cuclillas seguimos caminando y disparando, Dalia dispara a
la libanesa con su fusil mientras yo apunto y disparo, se me da bien y
unos cuantos caen, veo que son mibosianos, pero no llevan los refinados
atuendos del planeta, parecen salvajes. Finalmente decidimos
resguardarnos en las cavernas.
- Aquí somos un objetivo fácil para esos pescados con patas -dice ella-
- Sí, pero podemos usar sus cuevas contra ellos, la guerra de guerrillas siempre es eficaz.
- No si nos topamos de morros con ellos.
- Recuerdas a Han Solo cuando….
- ¡Por el amor de Dios, cállate!
- Vale, vale, sé que no es un buen momento,
era para aliviar la tensión del ambiente. -digo mientras seguimos
disparando a las cavernas de enfrente-
Finalmente entramos y dejamos los barriles
resguardados pero cerca de la entrada, la baliza que llevan nos ayudaran
a encontrarlos luego si salimos vivos de esta. Se oyen murmullos,
curiosamente es la misma lengua que conocía R’tsang y puedo
comprenderlos.
- ¡Los infieles han mandado asesinos, la Madre tiene que ser protegida a toda costa!
- ¿La Madre? ¿De qué habla esta gente?. ¿En qué clase de lío nos hemos metido?.
- ¿Entiendes lo que dicen?.
- Sí, pero no estoy seguro de que tenga mucho sentido.
La avanzadilla mibosiana se interna en las
cuevas e intentamos seguirlos, probablemente vayan con esa “Madre” de la
que hablan. Llegamos a un espacio abierto, una enorme sala, con varias
entradas, monumentos esculpidos en las paredes y una especie de altar
cilíndrico en el centro, podría ser un templo. Es una enorme ciudad con
cientos de pasadizos y estancias cavadas en la piedra. Nos paramos a la
entrada y vemos el indicador, no estamos lejos pero hay que cruzar la
estancia y esta vez no tenemos cobertura ni ningún tipo de escudo
personal, podemos correr y arriesgarnos a que nos maten o ir poco a poco
inspeccionando y cubriéndonos con las entradas esperando que no nos
vean. Elegimos la última opción y empiezan de nuevo los disparos,
tenemos botes de humo y granadas, pero no es buena idea usarlas en un
espacio cerrado.
- Podemos intentar parlamentar con ellos, no creo que se fijen en los que matamos, total, todos son iguales.
- Eso es muy especista.
- Lo sé, pero tiene su gracia, imagínate si se lo contamos a un pescador.
- ¡Déjalo ya!
- ¡O a un pescadero, se frotaría las manos solo con uno de estos!.
- Vale, me rindo.
- Lo digo en serio, podemos intentar
parlamentar con ellos, al menos intentar hablar y descubrir que es eso
que defienden tan férreamente.
- Está bien pero encontremos un sitio seguro donde resguardarnos.
Una vez en un lugar relativamente seguro, intento hablar con ellos.
- ¡ESCUCHAD!, NO VENIMOS A MATAR A NADIE, SOLO
QUEREMOS EL LÍQUIDO QUE ALIMENTA LAS MINAS DE MIBOSAN, UNO DE LOS
VUESTROS NOS HA DICHO QUE HAY UN REMANENTE AQUÍ QUE NECESITAMOS PARA
PAGAR LOS ARREGLOS DE NUESTRA NAVE.
Primero silencio, luego susurros
entremezclados con gritos,de nuevo silencio, parece que hay movimiento
pero no hacia nosotros, se alejan. ¿Salímos? ¿Será una trampa? dice
Dalia. No lo sé pero lo que les he dicho parece haberlos revuelto mucho,
quizá van a consultar con su líder. Sudamos y los minutos parecen
horas, finalmente una voz nos llama.
- ¡EXTRANJEROS! EL L’GOMO OS RECIBIRÁ AHORA, SALID, DEPONED VUESTRAS ARMAS Y SEGUIDNOS.
Con nerviosismo salimos con las armas en alto,
uno de ellos nos las requisa y nos escoltan por las angostas cuevas,
bajamos y bajamos niveles hasta lo más profundo de aquella luna.
Finalmente llegamos a un gran lago, es el mismo líquido espeso y verdoso
que buscamos, el lugar es inmenso, decorado con enormes estatuas de
rasgos bien detallados, inscripciones, bellos bajorrelieves a lo largo y
ancho de aquel santuario, incluso la gran cúpula que nos cobija también
esculpida. Frente al lago hay un trono donde está sentado un demacrado
mibosiano que viste numerosos adornos en cabeza, brazos, cuello y pies,
se apoya en un báculo labrado. Cuando llegamos ante él, se levanta con
dificultad, y nos habla con una voz vehemente.
- Venís a matar la Madre por orden de un infiel.
- Ni siquiera sabemos quien es la “Madre”, necesitamos este líquido para pagar los arreglos de nuestra nave.
- Este “líquido” como vosotros decís es la
Madre de Mibosan, de hecho esta luna es Mibosan, los infieles se fueron
con ansias de riqueza y poder, renombraron su nuevo planeta y la usaron
para crear el combustible de esos infiernos tecnológicos en los que
surcáis el espacio.
- Supongo que no pasa nada si nos llevamos un
poco ya que tenéis mucho aquí, entiendo que sea un aspecto religioso y
cultural, pero…. -Me interrumpe-
- No lo entiendes, la Madre es un ser vivo, no
es una mera cuestión cultural, de ética o religión, los infieles la
están matando. El que os ha mandado aquí es R’tsang, mi hermano y antaño
protector de la Madre al igual que yo, desde que él se fue con sus
herejes llevo protegiéndola durante cientos de años.
- ¿Salmonete es el malo? -le digo a Dalia-
- Tío. ¿En serio? -susurra Dalia-
- ¿Entonces qué podemos hacer? Solo tenemos combustible hasta el planeta.
- Ella decidirá si sois dignos, si lo sois ella os cederá lo que pedís. Caminad hasta el centro.
Lo hacemos con precacución, una vez dentro,
empieza a moverse y rodearme, se amolda a mi cuerpo y se mete en mi
cabeza, tenemos una conexión telepática y veo toda la historia de los
mibosianos desde hace eones, comprendo lo que están haciendo y veo la
necesidad de acabar con los “infieles” de alguna forma. Siento como Ella
me habla y se regocija con estos pensamientos, está contenta y yo
también por haber descubierto la verdad en este pequeño rincón del
universo. El L’Gomo o defensor de Mibosan, que también tiene contacto
telepático con Ella está satisfecho y acepta entregarnos el combustible a
cambio de que destruyamos sus refinerías, espaciopuertos, talleres y
fabricas además de darles un mensaje. Llenamos el depósito y los
mibosianos nos despiden antes de nuestra partida, parece que se han
tomado excepcionalmente bien que hayamos matado a sus compañeros,
amigos, hijos, padres, esposos... ¡Qué falta de empatía!.
Llegamos a “Mibosan” y vamos a ver a R’tsang,
hablamos animadamente y cuando está todo listo nos acompaña a la nave,
justo en la rampa de entrada le digo:
- Ah por cierto Salmonete, he conocido a tu Madre y a tu hermano pequeño, me han pedido que te dé un recado.
Él me mira con asombro y acto seguido saco el
revolver y descargo varias ráfagas de plasma por todo su cuerpo. Otros
están presentes y les hago la advertencia:
- L’Gomo, protector de Mibosan, la propia
Madre y yo os hacemos este ultimátum, dejad de destilar combustible,
dejad de comerciar y dedicaros a otra cosa, o volveré y arrasaré esta
bola de mugre con un detonador orbital.
Me doy la vuelta y subo tranquilamente a la
nave, Dalia está patidifusa, tanto que yo mismo cojo los controles
mientras aún intenta asimilar lo que acaba de ver y oír. Piloto
destruyendo con cargas de iones todas las refinerías, fábricas, talleres
y espaciopuertos sin importarme quien haya allí. Escucho a mis dos
nuevos amigos dándome las gracias mientras lo hago y sé que al final he
hecho algo bueno hoy, al menos en esta galaxia.
Continuará...