Yo fui aquel que
vagaba entre las llamas.
El que se quemaba los
pies con guijarros
Encendidos.
El que examinaba los
cadáveres
Calcinados.
Mis ropas,
Ardientes se
consumían.
Y yo, abrasado y
desnudo,
Entre las cenizas,
Como un buitre
escudriñaba.
La destrucción y la
muerte
Eran mi cobijo.
Y el horror,
Mi único amigo.
¡Pobre de mi!,
Un pobre lisiado
Obligado por el
hambre
A rebuscar entre el
holocausto.
Pero pobres también
todos aquellos blasfemos.
Asesinados por la ira
del Dios de los cristianos.
Aquellos libertinos
castigados
Por el único pecado
De darse a sus
vicios,
De amar y ser amados.