Monday, September 22, 2014

EL OCASO DE UNA DIOSA

Tú, la diosa en la que
el sol reflejaba tus ojos
marrones.
La luna no se ponía
sin tu consentimiento.

Tenías el poder de hacer y deshacer
todo lo que me importaba,
siendo tu esclavo aprendí,
que no hay mas dios
que en el que uno mismo
quiere creer.

Ahora tú, marchita y débil,
como la sombra de aquella
diosa esbelta y majestuosa,
te reto a desafiarme
una vez más.

En el ocaso de la victoria,
tu ya no tienes poder sobre mis actos.
Vieja, ciega y sorda,
diez años de esclavitud
diez años de obedediencia ciega,
cuando tu cuerpo se marchite
y tu alma sea engullida
por el abismo.

Tu juego me recordará
que soy mas fuerte
de lo que alguna vez
pudiste imaginar.

EL FLAUTISTA

Entre los estrechos callejones de una ciudad sin nombre,
el viejo flautista, 
juglar del medievo,
encamina la plaga soplando su flauta.

Las ratas le acompañan.
El las guía con sus oscuras melodías,
fragmentos arcaicos de canciones perdidas.

En la noche y tras la sombra,
la famélica figura del flautista,
de negro manto y aire de melancolía,
camina grácilmente, contoneándose,
bailando su acostumbrada danza.

Cientos de pequeños ojos escarlata
brillan tras la espesa niebla,
rompiendo el silencio con su chillido ensordecedor,
cientos de minúsculas bocas repugnantes
chillando sin cesar ...