Tú, la diosa en la que
el sol reflejaba tus ojos
marrones.
La luna no se ponía
sin tu consentimiento.
Tenías el poder de hacer y deshacer
todo lo que me importaba,
siendo tu esclavo aprendí,
que no hay mas dios
que en el que uno mismo
quiere creer.
Ahora tú, marchita y débil,
como la sombra de aquella
diosa esbelta y majestuosa,
te reto a desafiarme
una vez más.
En el ocaso de la victoria,
tu ya no tienes poder sobre mis actos.
Vieja, ciega y sorda,
diez años de esclavitud
diez años de obedediencia ciega,
cuando tu cuerpo se marchite
y tu alma sea engullida
por el abismo.
Tu juego me recordará
que soy mas fuerte
de lo que alguna vez
pudiste imaginar.
No comments:
Post a Comment