Saturday, October 18, 2014

DELIRIO

El cielo negro, el hedor de los cadáveres se eleva por encima de las grisáceas ramas de los árboles, la muerte ronda, se mueve arrastrando sus pies por encima de la hierba seca. Repta olfateando y lamiendo los cuerpos inertes, los toca, los acaricia, se excita, los muerde y eyacula. Se arrastra entre el barro sucio, los agarra y ellos se revuelcan acompañándola.

Tienen su mirada perdida, sus rostros deformes y rígidos, sus extremidades contraídas y huesudas. A ella le gusta eso, se regocija rozándose contra esos cuerpos deformes. No sienten, ni siquiera se mueven, ella adora el rigor mortis, adora la rigidez de sus amantes. Su lengua se cuela como una larva inquieta entre sus dientes y con su mano enfermiza comienza a sobar sus partes mórbidas.
Sueña con Dante, sueña con su infierno, lo desea, desea su delirio de muerte. Posee a uno y a otro, y en una orgía desenfrenada despoja de resquicios de vida a todos esos cuerpos apilados, morbosamente tumbados sobre el campo. Y así pasan los años,  follándose a los muertos, lamiendo a los muertos. Y a los muertos se los comen los gusanos, desaparecen, se pudren en su desdicha siendo violados y vejados. Pero hay más, muchos más, cada día hay más cuerpos que tomar, y la muerte se relame y repta, dejando su rastro baboso sobre los restos de aquellos que acaba de profanar.

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