saltabais sobre todo.
Todos temían y
temblaban
ante el brillo de
vuestras garras afiladas.
Con vuestros dientes
relucientes
a dentelladas
arrancabais la dignidad
de aquellos a los que
podíais dominar.
Pero cuando se
desencadena el huracán,
los años forjan la
espada más poderosa.
El odio se convierte
en corrosivo napalm
que arrasa y mata.
Quema, en medio de la
tormenta,
que alrededor de sus
cabezas
ruge con fuerza.
Ellos,
pobres corderos con
piel de lobo,
temen, se asustan
y corren.
Pero sobre sus
cabezas
la espada oscila
y los vigila,
sus almas son mías.
El tigre ruge y los
lobos huyen,
el tigre araña y los
lobos sangran.
El huracán amaina
y el felino duerme
con calma.
Pero hay más lobos
con corazón de
cordero,
más pobres diablos
que juegan a golpear
y a humillar.
Pero cuidaros
de topar a la fiera
porque una vez
despierta
no habrá remisión,
cuando las llamas
corroan vuestra cara
conocereis el
verdadero
poder del huracán.
La diosa razón
proveerá...
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